Washington, 18 jul (PL) En menos de un mes, la ciudad estadounidense de Cleveland pasó de la euforia tras medio siglo sin un gran título deportivo, a la paranoia desatada por la gran cita del «Grand Old Party«, con el incendiario Donald Trump a la cabeza.
En efecto, el rey LeBron James cumplió su promesa y llevó a los Cleveland Cavaliers a la cima de la Asociación Nacional de Baloncesto (NBA), consiguiendo finalmente el perdón de una ciudad hambrienta de éxitos, que celebró en grande.
Sin embargo, la celebración de la Convención Nacional Republicana en esta ciudad de Ohio llega en un ambiente volatil, marcado por la muerte de afroamericanos a manos de policías, así como de uniformados víctimas de personas con fácil acceso a armas de fuego.
En particular las fuerzas del orden expresaron su preocupación por la ley que permite portar y lucir armas en esta ciudad, donde se esperan encontronazos entre grupos afines a las retórica violenta de Trump, y movimientos como «Black Lives Matter«.
Algunos de los grupos que anunciaron protestas instaron además a llevar armas, polémico derecho que nadie prohibirá pese a lo peligroso del contexto, en una Convención que atraerá a 50 mil visitantes y unos 15 mil reporteros.
Agrupaciones como la Coalición para Frenar a Trump y Alcémonos contra Trump aseguraron que sus protestas serán pacíficas, enfocadas en denunciar el discurso xenófobo, racista e islamofóbico de Trump, pero otros detractores del republicano no serán tan amistosos.
Para evitar problemas, el gobierno desplegó unos tres mil efectivos para reforzar la seguridad en la Convención, operativo que involucró a unas 80 agencias privadas, agentes federales y todo un cuerpo de policía a la expectativa.
De hecho, fuentes del Buró Federal de Investigaciones (FBI) confesaron al portal The Hill que el principal problema es que resulta imposible clasificar las amenazas, pues a ciencia cierta nadie sabe qué podría pasar en las calles de Cleveland.
Se teme, por ejemplo, la acción de algún «lobo solitario», al estilo del francotirador que la semana pasada emboscó a cinco policías en Dallas, o el radical que ayer mató a tres uniformados en Baton Rouge.
«Diría que el nivel de amenaza es elevado. La gente es más osada», admitió Joseph Clancy, director del Servicio Secreto, entidad que prohibió el acceso a la sede del evento con armas de fuego, nunchakus, espadas, hachas, cuchillos o manoplas, entre otros objetos.
Además, los perros de las unidades anti-explosivos olfatean sin cesar en cada resquicio de la zona, aunque para muchos, las principales bombas que explotarán en Cleveland esta semana serán verbales, y su detonador tiene nombre y apellido: Donald Trump.